¿Cuál es tu ayuno?
Para comprender lo que Jesús está diciendo realmente, date cuenta de
cómo Dios describe el ayuno.
Hay dos razones para ayunar: Una es de renunciar a algo que
valoramos, como una penitencia para nuestros pecados, y la otra es de proporcionar
a los demás algo que ellos valoran, como un acto de amor por nuestra
santidad.
El ayuno como una penitencia para nuestros pecados es beneficioso. Sin
embargo, hacer obras de caridad para los demás logra mucho más que lo que
obtenemos absteniéndonos de la carne buena, los dulces sabrosos, o de buena
diversión.
Nuestros sacrificios para la Cuaresma deben beneficiar a los demás, no
nada mas a nosotros mismos.
Caminar con Jesús significa que ayunamos de la manera que él ayunó. ¿A
que renunció Jesús para la Cuaresma? ¡Su vida!
Su viaje Cuaresmal empezó cuando él entró al desierto y resistió las
tentaciones de Satanás. Después, él renuncio a su estilo de vida de antes por
una nueva vida de servicio. El renuncio a la comodidad y la familiaridad de
permanecer en su propia casa. El renuncio a una buena reputación cuando las
persecuciones empezaron. El renuncio a su tiempo para dar de comer a los que
tenían hambre de sus enseñanzas. El renuncio a su propia voluntad cuando el
Padre le pidió que hiciera lo que él no quería hacer.
¿Pero que tal la necesidad de mejorar nuestra autodisciplina y vencer el
egoísmo practicando la abnegación? ¿No es esto por lo que la Iglesia nos
pide ayunar durante la Cuaresma? ¡Sí, y esto es muy importante!
Esto es nuestra propia experiencia del desierto. Jesús se abstuvo del alimento
y de otras comodidades físicas durante sus tentaciones en el desierto.
Cuándo nosotros queremos vencer las tentaciones, nosotros debemos
definitivamente ayunar para mejorar nuestra autodisciplina, pero esto es sólo
el comienzo. Somos llamados a llevar nuestra santidad al mundo. Somos llamados
a ayudar a los demás.
¿Cuál es el objetivo específico, la razón central para cualquiera de
nuestros pecados? La falta de amar. Si supiéramos cómo nuestros pecados
lastiman a los demás - si pudiéramos imaginar realmente todos los efectos
dañinos - nosotros nos sentiríamos horrorizados de cometer el pecado. El
problema es, que no tomamos el tiempo para examinar lo perjudicial que son
nuestros pecados hasta que el acto ya está hecho y reaccionamos a sus
consecuencias.
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