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lunes, 18 de febrero de 2013

¿CUAL ES TU AYUNO?


¿Cuál es tu ayuno?

 
Jesús parece contradecir la enseñanza de la Iglesia acerca del ayuno para la Cuaresma. Puesto que el "esposo" está con nosotros todos los días en la Eucaristía y en muchas otras maneras. La implicación es que nosotros no deberíamos ayunar.

Para comprender lo que Jesús está diciendo realmente, date cuenta de cómo Dios describe el ayuno.

Hay dos razones para ayunar: Una es de renunciar a algo que valoramos, como una penitencia para nuestros pecados, y la otra es de proporcionar a los demás algo que ellos valoran, como un acto de amor por nuestra santidad.

El ayuno como una penitencia para nuestros pecados es beneficioso. Sin embargo, hacer obras de caridad para los demás logra mucho más que lo que obtenemos absteniéndonos de la carne buena, los dulces sabrosos, o de buena diversión.

Nuestros sacrificios para la Cuaresma deben beneficiar a los demás, no nada mas a nosotros mismos.

Caminar con Jesús significa que ayunamos de la manera que él ayunó. ¿A que renunció Jesús para la Cuaresma? ¡Su vida!

Su viaje Cuaresmal empezó cuando él entró al desierto y resistió las tentaciones de Satanás. Después, él renuncio a su estilo de vida de antes por una nueva vida de servicio. El renuncio a la comodidad y la familiaridad de permanecer en su propia casa. El renuncio a una buena reputación cuando las persecuciones empezaron. El renuncio a su tiempo para dar de comer a los que tenían hambre de sus enseñanzas. El renuncio a su propia voluntad cuando el Padre le pidió que hiciera lo que él no quería hacer.

¿Pero que tal la necesidad de mejorar nuestra autodisciplina y vencer el egoísmo practicando la abnegación? ¿No es esto por lo que la Iglesia nos pide ayunar durante la Cuaresma? ¡Sí, y esto es muy importante! Esto es nuestra propia experiencia del desierto. Jesús se abstuvo del alimento y de otras comodidades físicas durante sus tentaciones en el desierto.

Cuándo nosotros queremos vencer las tentaciones, nosotros debemos definitivamente ayunar para mejorar nuestra autodisciplina, pero esto es sólo el comienzo. Somos llamados a llevar nuestra santidad al mundo. Somos llamados a ayudar a los demás.

¿Cuál es el objetivo específico, la razón central para cualquiera de nuestros pecados? La falta de amar. Si supiéramos cómo nuestros pecados lastiman a los demás - si pudiéramos imaginar realmente todos los efectos dañinos - nosotros nos sentiríamos horrorizados de cometer el pecado. El problema es, que no tomamos el tiempo para examinar lo perjudicial que son nuestros pecados hasta que el acto ya está hecho y reaccionamos a sus consecuencias.

La clase de ayuno que Dios desea de nosotros es proactivo, no reactivo. Hacer el bien a los demás es una disciplina espiritual que nos purifica, aumenta el flujo del amor, y vence nuestro egoísmo sin que nadie sea lastimado.


 

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