Con el despertar en nuestra sociedad hacia una conciencia cada vez más viva respecto al tema de los derechos de las personas, muchos cristianos buscan en las páginas de la Biblia un argumento que sea su fundamento para entrar en el debate o en el diálogo dentro de un campo que no siempre le fue cómodo a las iglesias. Entonces eligen a algunos profetas del Antiguo Testamento: aquellos que lanzaron a la cara de las autoridades y de los pueblos palabras que fueron gritos por la justicia. Otros buscan en los mensajes del Evangelio de Jesús y en el comportamiento de las primeras comunidades cristianas. Hay estudios serios, profundos, atractivos y motivadores en este tema.
Pero quizá se haya dejado de lado un análisis simple, fresco, primordial, acerca del poema de la creación del hombre y de las cosas. Y es exactamente allí donde, según el escritor bíblico en su lenguaje figurado y lleno de imágenes insinuantes, presenta a Dios como el hacedor de un mundo que debe ser un hogar y en el que las personas tengan la dignidad que les corresponde. Todo lo demás, serán consecuencias de esa creación original. Los derechos humanos aparecen establecidos por el mismo Dios como elemento fundamental de la persona y de la vida social.
Anoto algunos datos al respecto:
En Génesis 1 y 2 , especialmente, se inscriben el derecho a la vida (los relatos de creación), a la vida limpia (Gn 1, 20 ss y 2, 19 ss), a la igualdad de sexos (Gn 1.27), el derecho al alimento (Gn 1, 29), al vestido (Gn 3.7) a la recreación (Gn. 2.8), al descanso (Gn. 2, 3), a un hogar (Gn 1. 28 y 2. 24), a la justicia (Gn 4.10), etc.
Y aparece también uno de los derechos humanos más olvidados o incomprendidos, especialmente en los centros de poder religioso, cristianos o no: el derecho a equivocarse: lo que la moral cristiana llamará después “pecado”. Sin el ejercicio de ese derecho la misma vida del ser humano como creatura de Dios sería una existencia de marioneta. Lo que llamamos “derecho a equivocarse” se puede traducir en “derecho a ser libre”. Porque la libertad es, desde luego, la posibilidad de equivocarse, de contrariar el plan de Dios sobre las cosas. La libertad asumida como la obligación de hacer siempre “lo bueno”, es una tiranía. Todo el Libro del Génesis, y podríamos decir la Biblia entera, es la demostración que este derecho a equivocarse es de uso exclusivo del ser humano; y de hecho lo ha empleado desde los comienzos y lo seguirá empleando con creces hasta el final de los tiempos, porque de toda la creación el ser humano es el único animal que tropieza dos, tres y mil veces en el mismo peñasco. Lo interesante es que este derecho humano que aparece como negativo, es superado ampliamente por otro: el derecho a la misericordia, que es derecho exclusivo de Dios y que él comparte generosamente con la humanidad. ¡Y la humanidad lo emplea tan escasamente!
Pero quizá se haya dejado de lado un análisis simple, fresco, primordial, acerca del poema de la creación del hombre y de las cosas. Y es exactamente allí donde, según el escritor bíblico en su lenguaje figurado y lleno de imágenes insinuantes, presenta a Dios como el hacedor de un mundo que debe ser un hogar y en el que las personas tengan la dignidad que les corresponde. Todo lo demás, serán consecuencias de esa creación original. Los derechos humanos aparecen establecidos por el mismo Dios como elemento fundamental de la persona y de la vida social.
Anoto algunos datos al respecto:
En Génesis 1 y 2 , especialmente, se inscriben el derecho a la vida (los relatos de creación), a la vida limpia (Gn 1, 20 ss y 2, 19 ss), a la igualdad de sexos (Gn 1.27), el derecho al alimento (Gn 1, 29), al vestido (Gn 3.7) a la recreación (Gn. 2.8), al descanso (Gn. 2, 3), a un hogar (Gn 1. 28 y 2. 24), a la justicia (Gn 4.10), etc.
Y aparece también uno de los derechos humanos más olvidados o incomprendidos, especialmente en los centros de poder religioso, cristianos o no: el derecho a equivocarse: lo que la moral cristiana llamará después “pecado”. Sin el ejercicio de ese derecho la misma vida del ser humano como creatura de Dios sería una existencia de marioneta. Lo que llamamos “derecho a equivocarse” se puede traducir en “derecho a ser libre”. Porque la libertad es, desde luego, la posibilidad de equivocarse, de contrariar el plan de Dios sobre las cosas. La libertad asumida como la obligación de hacer siempre “lo bueno”, es una tiranía. Todo el Libro del Génesis, y podríamos decir la Biblia entera, es la demostración que este derecho a equivocarse es de uso exclusivo del ser humano; y de hecho lo ha empleado desde los comienzos y lo seguirá empleando con creces hasta el final de los tiempos, porque de toda la creación el ser humano es el único animal que tropieza dos, tres y mil veces en el mismo peñasco. Lo interesante es que este derecho humano que aparece como negativo, es superado ampliamente por otro: el derecho a la misericordia, que es derecho exclusivo de Dios y que él comparte generosamente con la humanidad. ¡Y la humanidad lo emplea tan escasamente!
No hay comentarios:
Publicar un comentario