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sábado, 30 de abril de 2011

BEATO JUAN PABLO II Mensajero de la Vida, peregrino de la Paz





Padre Bueno, Santo Dios,
hoy bendecimos tu nombre
en esta tierra que busca tu luz
te damos gracias, Señor

Te damos gracias por tu Hijo Jesús
y por tu Apóstol Juan Pablo,
en este Chile que busca tu luz
te damos gracias, Señor.

Mensajero de la Vida,
peregrino de la Paz,
danos el pan de la Palabra,
el pan de la Esperanza, el pan de la Verdad

Mensajero de la Vida,
peregrino de la Paz,
vamos juntando nuestras manos
cantando como hermanos un canto de unidad.

Padre bueno, Santo Dios,
danos tu Espíritu Divino,
Él nos ayude a construir
nuestra reconciliación.

Santa María, Madre de Dios,
Virgen del Norte y del Sur,
Oye a tus hijos, únete a su voz,
escucha nuestro clamor.

domingo, 3 de abril de 2011

Mensaje del Arzobispo de Santiago a los fieles y comunidades de la Arquidiócesis



Hermanas y hermanos de la Arquidiócesis:

Con renovada esperanza me dirijo a ustedes en este tiempo de Cuaresma que nos prepara para la Semana Santa y la Pascua de Resurrección. Lo hago en un momento de gran dificultad para la Iglesia de Santiago. Es comprensible el dolor, el desconcierto y la inquietud que experimenta una comunidad cuando personas consagradas a Jesucristo, de quienes se espera un testimonio coherente de amor y servicio, incurren en gravísimas faltas que dejan víctimas, escandalizan y desilusionan.

Frente al abuso sexual, que a los ojos de Dios es también un “espantoso pecado”, no podemos quedar indiferentes. En ningún caso esta violencia contra los más pequeños y vulnerables puede ser justificada o protegida. Como Iglesia, nos corresponde trabajar y colaborar decididamente para sacar de raíz este mal de nuestra sociedad, y asumir un rol activo en la prevención a los niños y niñas en todas las instancias pastorales y educativas católicas.

Los fieles de la Arquidiócesis pueden estar seguros de que su pastor hará todo lo que esté a su alcance para que se establezca la verdad y se logre la justicia en las denuncias que involucran a personas consagradas. No debemos temer la verdad que nos hace libres; darla a luz puede resultar doloroso, pero nos regala también la esperanza de tiempos mejores en una Iglesia purificada. Por eso, reafirmo mi voluntad de garantizar un debido proceso canónico para quienes se sientan legítimamente lesionados en sus derechos y, al mismo tiempo, reitero la invitación que ya formulé a colaborar con la justicia civil como ciudadanos corresponsables del bien común. Reitero el llamado a las personas que, en conciencia, quieran presentar su testimonio sobre situaciones de esta naturaleza, para que lo hagan con plena confianza en las instancias previstas por la Iglesia y por la Sociedad Civil.

Sé que en muchas comunidades este tema se está reflexionando con sinceridad y respeto. Es necesario fomentar un diálogo abierto, en un ambiente de respeto, fe y fraternidad, a fin de que los fieles tomen mayor conciencia de sus derechos y deberes, tanto en lo referido a proteger la integridad de los menores, como en la conveniencia de revisar estilos de acogida y acompañamiento, de liderazgo y autoridad.

Invito a todos los fieles a un tiempo de especial oración por los sacerdotes y consagrados de nuestra Iglesia. Pidan al Padre de misericordia que nos haga dóciles a su Espíritu; que sepamos ser humildes servidores suyos en cada persona y en sus necesidades. Demos gracias por el testimonio de tantos presbíteros y diáconos, religiosos, religiosas, laicos y laicas cuya vida entera refleja al Señor en el servicio que prestan a su pueblo. Que el desborde de fe y de gozo de estos discípulos – misioneros, nos vuelva a Cristo, centro de la vida y misión de la Iglesia; una Iglesia que queremos humilde y servidora, casa abierta y acogedora, “mesa para todos” y recinto seguro de crecimiento humano y cristiano, para niños, jóvenes y familias.

En la herida abierta que desconsuela, el Señor nos dice: “No teman”; “como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Permanezcan en mi amor” (Jn 15,9). Permanezcamos unidos a Cristo, como la rama a la vid, y produciremos frutos abundantes. El dolor de este tiempo de poda, nos eduque. Sabemos que alcanzará sentido purificador y fecundo en Cristo Resucitado. La noche puede ser larga, pero finalmente amanecerá la luz, la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre y que es Cristo el Señor. Los invito a caminar tras esta luz con confianza y perseverancia.

Con afecto de padre y pastor los saluda y bendice,

† Ricardo Ezzati A.
Arzobispo de Santiago


miércoles, 30 de marzo de 2011

PERMANEZCAN EN MI AMOR

Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador.  El Padre corta todas las ramas unidas a mí que no dan fruto y poda las que dan fruto, para que den más fruto.  Ustedes ya están limpios, gracias a las palabras que les he comunicado. 

Permanezcan unidos a mí, como yo lo estoy a ustedes.  Ninguna rama puede producir fruto por sí misma, sin permanecer unida a la vid y lo mismo les ocurrirá a ustedes, si no están unidos a mí.

Yo soy la vid, ustedes las ramas.  El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto; porque sin mí no pueden hacer nada.  El que no permanece unido a mí, es arrojado fuera, como las ramas que se secan y luego son amontonadas y arrojadas al fuego para ser quemadas.

Si permanecen unidos a mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo tendrán.  Mi Padre recibe gloria cuando producen fruto en abundancia y se manifiestan como discípulos míos.

Como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes.  Permanezcan en mi amor.  Pero sólo permanecerán en mi amor, si ponen en práctica mis mandamientos, lo mismo que yo he puesto en práctica los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.  Les he dicho todo esto para que participen en mi alegría y su alegría sea completa.

Mi mandamiento es éste: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado.  Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos.  Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando.  En adelante, ya no los llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor.  Desde ahora los llamaré amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre.  No me eligieron ustedes a mí; fui yo quien los elegí a ustedes.  Y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero.  Así, el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre.  Lo que yo les mando es esto: que se amen los unos a los otros.